Hay experiencias gastronómicas que te atraviesan. A mí me pasó en Musgo, un restaurante que descubrí en Palermo y que me regaló uno de los momentos más emocionantes que viví comiendo.
El primer bocado fue un choux, una pieza de pastelería francesa servida sobre una piedra, rellena de queso azul y dulce de casís. Apenas lo probé, las lágrimas se me escaparon. No sé si fue la sorpresa, la sutileza de la combinación o la perfección del equilibrio entre lo dulce, lo salado y lo ácido, pero ese bocado me llevó a recorrer siglos de historia en un instante.


La atmósfera acompaña: lámparas hechas con hojas secas que se mueven suavemente, proyectando sombras como si estuvieras caminando por un sendero selvático. Es naturaleza reinterpretada en clave minimalista, un escenario perfecto para esta cocina única que ellos llaman Patagandi: una fusión entre productos de la Patagonia, técnicas asiáticas y minimalismo escandinavo.
Los creadores de Musgo son Konstantin Voronin y Ksenia Romantsova, una pareja rusa que, huyó de la guerra y encontró en Buenos Aires el lugar para reinventarse. Él, chef con experiencia en cruceros de lujo; ella, con un pasado ligado a la moda japonesa. Juntos diseñaron este concepto que hoy brilla en la ciudad.
La experiencia Musgo: plato por plato
- Tartar de langostinos con dashi y cabutia en varias texturas
Frescura marina en su máxima expresión. Lo más sorprendente: una cabutia encurtida, crujiente y ácida, que contrastaba con el umami del dashi y la suavidad del langostino. Acompañado por un papel de arroz con carbón activado: un juego de texturas y sabores perfecto. - Vieiras con wakame y zanahoria
Servidas sobre un plato repleto de piedras que recrea un lecho de río patagónico. Frescas, con notas de lima bien presentes. Visualmente impactante, con un sabor muy delicado que vale la pena experimentar.



- Mejillones con adobo filipino, panceta y papines andinos
El plato más teatral: parecía una piedra volcánica con brasas encendidas. El detalle increíble fue el pan de leche con carbón activado que simulaba una roca. Cada bocado combinaba dulzor, mar y arte en perfecta armonía. - Berenjena frita con salsa de tomate y aceite de cilantro
Ingredientes simples, resultado magistral. Crocante, de interior cremoso, intensa, equilibrada. Uno de los platos más memorables y un verdadero emblema de la carta.


- Merluza negra en salsa de ramen con topokis y ostras turgentes
Frescura absoluta, con un huevo cocido a 63°. Los topokis dorados, crocantes por fuera y chicludos por dentro, le daban un giro sorprendente. Sin dudas, mi plato favorito de la noche. - Magret de pato con hinojos y miel
Para mí fue el menos impactante, quizá porque nunca había probado pato. Una carne intensa, similar a la vacuna en textura, pero que no terminó de enamorarme.



- Postres
Probamos una torta rusa con casís, chocolate y papel de oro —todavía fuera de carta— y la clásica crème brûlée con cardamomo y ciruelas, bruleada al momento. Cremosa, fragante y deliciosa. El cierre perfecto.

La experiencia Musgo
Musgo no es solo un restaurante, es un viaje sensorial. Desde que entrás te olvidás de la calle: árboles, naturaleza, música relajante, servicio impecable y una cocina que emociona.

No exagero si digo que es un fine dining accesible para lo que ofrece. Cada detalle está pensado para transportarte, para que cada plato sea una historia y para que, como me pasó con ese primer choux, la emoción se vuelva parte del menú.
Musgo es una experiencia que vale la pena vivir en Buenos Aires.
Nicaragua 4758, Lun – Dom 20 a 00 hs.
Se recomienda reservar 📞 +54 9 11 6407 3841