CRÓNICAS DE SABORES VIAJEROS

Romantizando waffles y papas fritas

No soy amante de los dias festivos (navidad, año nuevo, etc) por lo que durante las últimas fiestas de navidad del 2023, decidí cruzar el charco y vivirla con frío, sin mi familia pero rodeada de aventuras y nuevos sabores. Viajé por varias ciudades, entre ellas Londres, Edimburgo, Amsterdam, Berlin, Madrid y también Bruselas, la ciudad de Bélgica. Una ciudad que no me gustó para nada, sin embargo, dejó en mi un recuerdo imborrable de sabores y experiencias gastronómicas, simples pero anecdóticas. Y es que a veces en la sencillez yasen los placeres más grandes, este es el relato de uno de esos momentos.

Llovía en la fría tarde de invierno en Bruselas, Bélgica, un país conocido por sus delicias como los waffles y las papas fritas. Después de horas de caminar la ciudad en modo turista, el hambre comenzaba a hacerse sentir pero ya eran las 3 de la tarde y la luz del día parecía evocar esa sensación de meriendas de invierno después de la escuela. Y es que en el invierno por aquella zona, a las 4 de la tarde es de noche.

Decidida a probar algunas de las delicias más famosas de Bruselas, opté por un almuerzo sencillo pero clásico: unas papas fritas belgas seguidas por un tentador waffle. Mi primera parada fue en “La fritterie”, una pequeña ventana cerca de la icónica Grand Place. ¿Qué podría tener de especial un simple cono de papas fritas?

Si nos remontamos a la historia, las papas son un tubérculo originario de los Andes, pero fue un español llamado Gonzalo Jiménez de Quesada quien las introdujo en Europa en 1537. Desde entonces, su cultivo se extendió por todo el continente, y la cuestión de quién las cocinó por primera vez, si los franceses o los belgas, sigue siendo un misterio. Lo importante en ese momento era que estaba en Bélgica, bajo la lluvia, a punto de probar estas legendarias papas fritas.

Después de ordenar el cono más grande y pagar 7 euros, no me decepcioné. Cada papa frita era dorada y crujiente por fuera, pero tierna por dentro. El sabor era inolvidable y dejaba sobre los labios una textura sedosa y esa es justamente una de las caracteristicas que las hace tan especiales. Estas papas fritas al estilo belga, solo se pueden lograr con una doble fritura, a menudo en grasa de ternera o en alguna versión de grasa vegetal.

Parada bajo la lluvia, con una campera impermeable y la capucha puesta, disfruté cada una de estas papas fritas excepcionales, al menos para mi.

Con la panza llena pero los sentidos aún despiertos, me embarqué en la búsqueda del postre perfecto: un auténtico waffle belga.

Después de seguir con mi olfato biónico esa estela de aroma a vainilla, caramelo y algo tostado llegue hasta Moeder Babelutte, me enfrenté a una impresionante variedad de toppings para elegir.: Nutella, chocolate, caramelo, frutillas, crema, bananas carmelizadas, un sin fin de ingredientes aturdidores de paladar. Sin embargo, decidí pedir un waffle simple, así como Dios lo trae al mundo, desnudo, con sus cuadraditos al viento y sin adornos, para apreciar su sabor puro y su textura única.

Mientras lo esperaba, quedé maravillada al ver cómo preparaban la masa del waffle, que resultó ser más densa y esponjosa de lo que esperaba, cada waffle es un bollito de masa que se está levando, tiene levadura señores!! en mi cabeza siempre pense que se hacia con una masa liquida, como la que se ve en las peliculas, pero no, eso es en Estados Unidos, en Belgica la cosa es muy diferente.

Fotografía: Pinchu travel food

Me entregaron mi waffle y cada cuadrado estaba perfectamente cocido, con un aroma tentador a vainilla y algunos puntos caramelizados gracias a los cristales de azúcar en la masa, dato que obtuve buscando información, porque no entendía que estaba comiendo, le ponen a la masa en crudo, cristales de azucar.

Al darle un mordisco, experimenté la combinación perfecta de crujiente por fuera y suave por dentro, confirmando que mi elección de probarlo sin ningun agregado, fue acertada.

Mientras saboreaba el último bocado de mi waffle, me di cuenta de que estaba viviendo una experiencia culinaria única en Bélgica, una que difícilmente podría recrear en otro lugar. ¿Estoy romantizando unas simples papas fritas y un waffle? Es muy posible, pero no me arrepiento en absoluto, esos sabores y aromas se quedaran mi como cada una de mis memorias viajeras.

No se trata de invertir el dinero en los sitios más costosos, se trata de sumar experiencias probando los sabores de mundos ajenos al nuestro. Los insumos pueden ser ya conocidos, pero en otro lugar del mundo, el sabor cambia, porque cambia la cultura y eso puede convertirse en el mejor resultado para el paladar.

-Daiana Pinchuk

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